Los beneficios del deporte en la vejez
Salud
|
Los beneficios del deporte en la vejez

La actividad física siempre trae beneficios, sea cual sea y a la edad que sea. Obviamente, para poder disfrutarla y sacarle provecho, debe adaptarse a las capacidades de la persona y tiene que mantener esos objetivos de mejora, en la medida de lo posible. Vamos a echar un vistazo a los beneficios del deporte en la vejez.

El ejercicio físico aporta sus bondades no solo a nivel físico, sino a nivel mental. Influye en el estado de ánimo notablemente y por ello es importante hacerlo con gusto, eligiendo aquellas actividades que más pueden motivarnos. En el caso de las personas mayores, la situación es la misma y cada día más ancianos de más de 60 años se apuntan a fortalecer y mejorar su cuerpo y mente a través de la actividad física.

Desde actividades dirigidas en gimnasios, como entrenamiento de fuerza en sala, excursiones organizadas y adaptadas… nuestros mayores tienen un gran abanico para elegir y no quedarse quietos. ¿Qué beneficios obtenemos con la actividad física en la vejez?

Evitar la soledad

Uno de los grandes beneficios que tiene la actividad física en la tercera edad es la solución a un problema muy habitual: la soledad y aislamiento. Muchos de nuestros mayores se sienten solos por causas diversas. Acudir a clases o realizar actividades en grupo, les ayuda a socializar y evitar esos  momentos de melancolía, aportando motivación y metas en su día a día. Cuando encuentran la actividad que les gusta, no los gana nadie en la perseverancia, constancia y dedicación. Dignos de admirar. ¡O sino que se lo digan a las clases de zumba o Aquagim!

Prevenir y mejorar los problemas articulares y óseos

Lo que suelen padecer más nuestros mayores, son patologías como la artrosis, artritis, hernias discales, debilitamiento muscular… todos ellos salen beneficiados en mayor o menos medida gracias al ejercicio físico.

Con el paso de los años, nuestro cuerpo pierde masa muscular y los huesos se deterioran más fácilmente. Además de tener que aportar, nutricionalmente, todo lo necesario para frenarlo o ralentizarlo, debemos mantener el cuerpo en movimiento.

El ejercicio de fuerza, por ejemplo, a través de pequeños pesos, gomas elásticas o máquinas, ayuda a aumentar el volumen de los músculos, a fortalecer los tejidos de las articulaciones, así como la elasticidad, la fuerza y bienestar físico en general. Por supuesto, estos ejercicios suelen ser de tipo funcional, poli muscular, donde se impliquen varios músculos y sean movimientos naturales del día a día.

Prevenir y mejorar el colesterol, la hipertensión

Algo frecuente también en esta época de la vida, es la hipertensión, colesterol o problemas cardiovasculares. Las enfermedades de este tipo responden muy bien a la actividad física. Por ejemplo, la aterosclerosis se controla con el ejercicio aeróbico diario, así como la hipertensión y otras dislipemias.

Insuficiencia cardíaca

El sedentarismo no beneficia en absoluto a quienes padecen insuficiencia cardíaca debido a que esta carencia de movimiento puede empeorar el cuadro. Las actividades aeróbicas, realizadas diariamente y de manera segura, son excelentes para mejorar su estado. Por supuesto, deben aumentar la intensidad suave y gradualmente y nunca realizar esfuerzos grandes los primeros días.

Algunos ejemplos sencillos serían caminatas suaves, que luego podemos incrementar en tiempo y desnivel. Nadar nunca es mala idea, así como montar en bicicleta o realizarla, si no se puede, bicicletas estáticas de gimnasios o caseras. 

Autonomía e independencia

Los ancianos activos, son más capaces de valerse por si mismos, al estar en mejor condición física. Esto es un boost que eleva la felicidad, el buen humor y la motivación.

Peso y composición corporal

Por todos es sabido que el ejercicio físico ayuda a mantener el peso saludable y en los ancianos no es una excepción. No solo hablamos de evitar la obesidad, sino de una mejor composición corporal (mayor musculatura) y de evitar una pérdida de peso involuntaria en esta edad. Esto es frecuente y ocurre por varias razones. Los ancianos pueden disminuir su apetito a causa de incomodidades físicas (alteraciones gástricas, falta de piezas dentales, dificultad para cocinar…), disminución del olfato y el gusto que hacen poco atractivos los alimentos, o saciedad precoz.

El ejercicio físico aumenta el apetito, la sed y la motivación por cuidarse. Los capacita para una mejor movilidad, interés y estímulo. A mejor estado de ánimo, más hambre fisiológica y emocional.

Como puedes ver, hay muchas razones para no quedarse en el sofá y dedicarte un tiempo, diariamente, para tu cuidado físico y mental.

Si te ha gustado este artículo, no dudes en leer Necesidad de movimiento: relación entre la actividad física y el bienestar mental.

¡COMPARTE!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
Necesita estar de acuerdo con los términos para continuar

LO MÁS LEÍDO
CATEGORIAS
¿QUIERES ESTAR AL DÍA DE TODAS LAS NOVEDADES?
¡SUBSCRÍBETE A LA NEWSLETTER!
Menú