En artículo de hoy te contamos la evolución de las zapatillas running en la historia, ¡no te lo pierdas, que es superinteresante! Las fantásticas zapatillas deportivas que hoy en día podemos conseguir nos facilitan la pisada y los recorridos por superficies de todo tipo. No importa si llueve, si hay piedras, si es un suelo deslizante… nuestro delicado pie nos lo agradece.

Aún así, por más cómodas que sean, por más personalizadas que sean, un recorrido largo y duro nos pasa factura y nuestro pie acaba teniendo señales del calzado. 

Por supuesto, con el paso del tiempo, las zapatillas deportivas han ido evolucionando y, antes de empezar a salir los primeros modelos en los años 20, muchos corredores lo hacían descalzos, como comentamos también en nuestro artículo sobre El origen del atletismo en la Grecia antigua donde las carreras se hacían con el pie desnudo, al igual que el resto del cuerpo. 

Como origen del calzado en general, podemos remontarnos al Antiguo Egipto, donde sólo los hombres de altos cargos podían utilizar unas sandalias hechas con hojas de palmera. Posteriormente, en la Grecia antigua, las sandalias siguieron siendo las protagonistas, así como los romanos con sus conocidas alpargatas con miles de cuerdas alrededor del pie. Pero comentábamos anteriormente, se corría con el pie desnudo.

Las primeras zapatillas deportivas nacen sobre el 1870, unas sencillas suelas de goma y diseño de tela. 

El diseño exclusivo para el running surgió en el 1920, siendo un calzado muy pero que muy poco transpirable y pesado. Eso sí, no se te rompían ni en 100 años, por eso no había ningún problema. 

En la década del 1930 se incorporaron los clavos en la parte delantera de la suela, siendo la intención un mejor agarre y, además, se conservaba la fortaleza y dureza del modelo.

Por si fuera poco, las versiones de los años 40 fueron reforzadas añadiendo 3 bandas de cuero en un lateral. Seguro que te suena y no, no es estética, su función era un mejor soporte para el pie. 

Siguiendo la línea, a partir del 1950, se agregaron algunos detalles, como una pequeña suela extra en el talón.

Por fin, en la década de los 60, se empieza a reducir el peso de la zapatilla y se hace hincapié en la estética de la misma, añadiendo colores y telas de refuerzo que hacían de estos modelos unos calzados más interesantes además de funcionales en aquella época. Semejante reducción de peso, aumento de la comodidad y durabilidad marcó un antes y un después en la evolución. Por eso, en el 1970, hubo un cambio mucho más radical: las suelas se hicieron más gruesas y se empieza a potenciar la amortiguación. Materiales más suaves que el pie agradecía, aunque se tuviera que sacrificar la durabilidad, la cual quedaba como secundaria. 

Obviamente tuvo éxito y, por ende, se siguió potenciando la venta más allá del comprador deportista. Las zapatillas cada vez eran más llamativas, con más adornos y modelos más variados. Seguían aumentando su comodidad y amortiguación.

En los 90, se da un paso más allá en la comodidad y personalización. Nacen las zapatillas especiales para el tipo de pisada: pronadores, supinadores o neutros, facilitando la comodidad durante la carrera y la reducción de las molestias provocadas por una mala pisada. 

Hoy en día hemos visto miles de modelos diferentes y, de manera general, podemos ver que las zapatillas deportivas o exclusivas de running las utilizan todo tipo de personas y es que, son realmente un placer para nuestros pies.

Imaginaos cómo deberían ser de cómodas las primeras que salieron como para que algunos corredores prefirieran hacer sus carreras descalzos. 

Y tú, ¿cuidas tus pies con calzado cómodo?

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